Soy una persona que todavía no le ha encontrado el sentido a la vida. Quizá sea por los sutiles golpes que la vida me ha ido asestando sin previo aviso. Quién sabe. No es algo que me preocupe demasiado...
Golpe tras golpe fui creando mi propio escudo. Un escudo que me permitiera sufrir en silencio, un escudo que protegiera mi alma ya hecha pedazos. Pero ese escudo tiene debilidades que hacen que poco a poco se debilite y desaparezca. Aun así, los golpes no paran de venir y aunque sea posible refugiarse en el amor, siempre quedará el corazón desprotegido.
Pobre corazón vulnerable, ¿cómo repararte estando destrozado en mil añicos?
Es en ese momento, en el que te haces esa pregunta, cuando empieza a agonizar el corazón. No hay escapatoria ni sentido alguno en la vida. No se puede echar a correr y empezar de cero. Solo es posible afrontar la realidad y cuestionarse el ser, el sentido de todo. Es entonces cuando buscas una grieta que deje escapar ese dolor interno y se desvanezca en el aire como pequeñas partículas de polvo.
Todo va mal. No puede ir a peor. Lloras. Te cortas. La sangre fluye. El dolor escapa.
Ya está. Lo has hecho. Pero, ¿de qué sirve olvidar ese dolor interior por un momento si acto seguido volverá a recaer sobre ti? De nada, no sirve de nada. Aun así, lo vuelves a hacer una y otra vez.
Mientras tú te despedazas poco a poco y pierdes hasta el norte, nadie se da cuenta de la batalla que se está librando en tu interior. El llanto cansado de tus ojos pasa desapercibido entre las miradas y tus cicatrices se convierten en las líneas de un libro que espera a ser leído.
Esa sensación de vacío y soledad se vuelve rutinaria. Poco a poco te va consumiendo y se vuelve negro tu alrededor. Todo se convierte en un desierto homogéneo e incoloro.
Los pensamientos suicidas, los problemas y la soledad desequilibran tu mente. Dejas de comer y reaccionar a las cosas, por momentos se te olvida hasta respirar, estás en estado catatónico. Eres como un cuerpo inerte. Tu mente se ausenta y vaga por un limbo de problemas y preocupaciones, por el "cuándo acabará esto".
Intentas que todo mejore y acabas así, escribiendo algo que puede que nunca nadie lea, esperando a que llegue algo que te haga sonreír. Y así te pasas la vida, leyendo libros, cuyos personajes, iguales a ti, amas pero son inexistentes. Llorando con la más simple canción y mirando por la ventana como pasan las horas mientras tu desdichado corazón espera ansioso un pálpito de felicidad.